miércoles, 2 de febrero de 2011

El Misterio de las tres cajas

EL MISTERIO DE LAS TRES CAJAS:

CAPÍTULO I
Se nos olvida algo, crees que nos lo llevamos todo?, pregunta ansiosa Raquel

Supongo que no, creo que lo hemos organizado todo en cada una de las maletas, le responde su marido, Pablo.

Mamá mi maleta también está preparada...¿y la tuya Luis?, dice Silvia la hermana mayor

Aún me falta poner algunas cosas...siempre dándome prisas, hermanita, le contesta Luís

Venga chicos, deprisa que llegaremos tarde al aeropuerto.

El padre, llamado Pablo era un hombre de negocios, trabajaba por y para una gran empresa de Los Ángeles, donde vivían, dedicada a la compra y venta de equipos informáticos.
Su mujer, Raquel era una mujer hogareña, siempre al cuidado de sus hijos. Apenas había salido de su ciudad natal. Al contrario que Pablo que por su trabajo a menudo tenia que viajar más.
Ambos incluidos sus hijos Silvia de 19 años y Luis de 10 estaban dispuestos a emprender el viaje hacia México.

En el avión Luis y Silvia estuvieron muy desbaratados, hablando y comentando cómo sería Méjico, su gente y cómo sería la casa en la cual tendrían que vivir durante esta larga temporada.

Cuando aterrizaron hacía un sol resplandeciente, eran las nueve y media y aún tenían que alquilar un coche familiar y localizar la casa, la cual le había prestado un compañero de su trabajo que había heredado de una lejana abuela, y al no ser habitada por su compañero, se la alquiló a Pablo durante la temporada que estuvieran en Méjico. Ellos fueron precavidos y en el aeropuerto compraron un mapa donde poderse guiar en la ciudad ajena.

Al final de mucho preguntar y desviarse por rutas desconocidas, localizaron la casa. Estaba situada a las afueras de un pueblo muy pintoresco, silencioso y tranquilo todo lo contrario al estrés y el nerviosismo del ir y venir que producía la ciudad de Los Ángeles.

Ya hemos llegado! Esta es la casa, dice alegremente Pablo

Madre de Dios! Es grandísima, que preciosa, y tiene un jardín con piscina, exclama Raquel

Que chulada, mamá! Tenemos ganas de entrar y saber cómo es, dijeron al unísono los niños

Tranquilos..habrá tiempo para poder disfrutarla, ahora venid todos junto a mi, ¿no sentís una paz interior?, dice pablo cerrando los ojos.

Unieron sus manos y se encontraron tan a gusto en aquel sitio, tan bien... que Pablo propuso quedarse allí, de pie, junto a la casa y seguidamente cerraron todos los ojos y en un instante se encontraron rodeados en un ambiente de paz y armonía. Se respiraba a hierba fresca, a felicidad.

CAPÍTULO II

Su primera impresión al ver la casa fue asombrante. Era una casa antigua, grande, con varios ventanales. Entraron y vieron una sala enorme que del techo colgaba, a pesar de su gran altura una sofisticada y bonita lámpara.
Subieron por las inmensas escaleras, que cómo era lógico conducían a las habitaciones, donde estaban dispuestos a colocar todo su equipaje. Una vez colocado fueron a comer cerca del pueblo y enseguida regresaron a la casa para a descansar sin apenas haber terminado de ver lo que en los próximos meses seria su nuevo hogar.

Al día siguiente Raquel fue la primera en despertarse y quien empezó a preparar el desayuno en la cocina, una cocina alargada y cómoda para hacer sus comidas predilectas como era el postre ”de tarta de manzana”.


Qué día tan maravilloso que hace, ideal para hacerles una tarta de manzana, pero... pensándolo bien, ahora que lo pienso no tengo manzanas. Bueno... entonces les prepararé unas tortitas, responde Raquel

Buenos días cariño, ¿qué tal te encuentras?, ¿ has dormido bien?. le dice cariñosamente su marido

la idea de venir contigo ha sido espléndida. Y nuestros hijos están contentísimos con la idea de hacer nuevas amistades, dice Raquel a a medida que preparaba el desayuno.

¡Mamá, mamá! ¿qué hay para merendar?. Tengo mucha hambre...se apresura a decir Luis al oler las tostadas recien hechas

Tenemos unas tortitas... pero no alborotes tanto, que me tienes mareada... ¿Aún no se ha levantado Silvia?, pregunta desconcertada Raquel

No. Y eso que yo soy más pequeño que ella y acostumbro a levantarme más temprano...

Pues ¿ha que esperas? Anda, ves ha despertarla, que ya va siendo hora!, le anima su madre.

Al cabo de unos minutos entraba Silvia precedida por su hermano.

Hija, ¡ ya era hora!. Toma ejemplo de Luis...

Así se habla, mamá... sonriendo, todo orgulloso

¡Cállate, Luis! Le dijo Silvia, haciendo un bostezo.

¡Silvia, cuántas veces te he dicho que es de mala educación bostezar cuando estamos comiendo!.

A ver hijos....por una vez en la vida, haced caso a vuestra madre, ordena Pablo.

Luis y Silvia se disculparon y comenzaron a desayunar.

Como a Pablo no le habían llamado al móvil para ir a trabajar, decidieron visitar el pueblo, su gente y sus costumbres.

De Méjico, a través de reportajes y folletos publicitarios, sabían que la gente que vivía allí era muy religiosa, eran muy devotos. Se acercan más a sus creencias y costumbres. Los mexicanos eran gente muy animada y su simpatía solía agradar a todos.
Y lo que más atraía a la gente de Méjico era su paisaje cautivador, con contemplarlo se podía apreciar que Méjico era especial.

Después de conocer el pueblo, de recorrer sendas y rutas extraordinarias las cuales conducían a hermosos parajes imposibles de olvidar. Todo envuelto en un aroma de felicidad, de una tranquilidad absoluta, difícil de encontrar. Una vez contemplado sus hermosos paisajes se disponían a visitar sus nuevos vecinos.
Con los primeros que entablaron conversación y con los que tuvieron más amistad fueron los vecinos más cercanos, un matrimonio mayor, gente muy humilde, que seguía las creencias de sus antepasados.
Juan, un hombre acostumbrado a la tranquilidad y la paz y Pepita, una mujer religiosa y humilde.

En honor a los recién llegados al pueblo, Juan aprovechó la ocasión para hacer una barbacoa, y así poder hablar y conocerse mejor.

¡Hacía tiempo que no teníamos a unos vecinos tan agradables!, ¡Esperad un momento!, voy a ver si esta lista la barbacoa, les dice Juan

¿Queréis que os echemos una mano?, se ofrece Pablo

¡Faltaría más, a los invitados no se les permite ayudar, intervino Pepita...

Hum...esto tiene muy buena pinta, dijeron los niños

Comed poco a poco... no sea que tengamos una desgracia...comenta Raquel

No importa... volvió a intervenir Pepita. Son chavales, y los chavales de hoy necesitan estar más fuertes...

Lo que los dos tenían en común junto con los otros vecinos era como un silencio, un miedo a decir, o a comentar algo acerca de lo qué ocurrió o de cómo era la mujer que antes habitaba en la casa que ahora vivían Pablo y Raquel.

¿Qué le pasó a la mujer que vivía antes aquí?, pregunta Pablo

Hubo un silencio.

Raquel se dio cuenta a la primera que tanto Juan como Pepita no querían contestar y hablar en lo que se refería a la casa. Así que Raquel, muy discreta cambió de conversación y siguieron hablando y riendo, como que aquí no pasa nada.

Pero tampoco le dieron importancia alguna, puesto que querían respetar sus opiniones, no querían ser aguafiestas y romper una amistad. Así que continuaron hablando hasta la medianoche, cuando Luis ya un poco cansado de todo el día, decidió irse a casa a dormir, y todos se despidieron.

Tenían aún mucho que conocer, de eso estaban seguros y también sabían de sobra que les esperaban una temporada alejados de sus familiares, amigos, etc. Ahora se encontraban en una casa desconocida, con gente extraña, tenían mucho que experimentar... pero ellos siempre habían sido una familia muy unida, y así pensaban seguir hasta siempre.

CAPÍTULO III

A la mañana siguiente del segundo día, Silvia decidió dar una vuelta por el pueblo para poder hacer amigas y amigos de su edad. Entonces Luis decidió hacer lo mismo por su cuenta. Pablo se fue a una reunión y Raquel se organizó para arreglar un poco la casa, ya que desde entonces no se había cuidado.

Al poco rato de caminar, Silvia vio un grupo de chicos que estaban hablando en una placeta cercana, con varias tiendas pequeñas a su alrededor. Silvia que era un poco tímida, se acerco lentamente para ver si alguien de ellos se fijaba en ella. Y así fue. Uno de los chicos que la vio pasar, la llamó:

¡Eh, tú! No eres de aquí, verdad?

No. Soy de Los Ángeles. Debido al trabajo de mi padre nos hemos trasladado a Méjico durante una temporada y nosotros hemos venido con él, le responde Silvia

Yo soy Johny y estos son mis amigos. ¿ Y tú, como te llamas?

Me llamo Silvia, contestó.

Y así continuaron hablando hasta que se hizo la hora de comer, y Silvia se tuvo que despedir, pero quedaron que se llamarían para volver a quedar otro día.
Mientras Silvia cogía rumbo hacía su casa, no dejaba de pensar en aquel chico el cual se fijó en ella, y ella en él. Se llamaba John,“Johny” para los amigos, era un chico moreno, alto, con rasgos orientales (y se preguntó un poco extrañada que fuera de Méjico) y con los ojos verdes, como los de un gato. A Silvia se le notaba que empezaba a enamorarse, le brillaban los ojos, era feliz. Y sólo esperaba que el teléfono sonara de un momento a otro para que la invitara a salir de nuevo.

En cambio Luis no llegó tan contento ni tan feliz como su hermana. No encontró amigos de su edad y su madre intentaba animarle diciéndole que otro día tendría más suerte.
Por la noche mientras cenaban y comentaban lo que habían hecho durante el día, oyeron un ruido extraño que provenía de arriba...

¿Qué ha sido ese ruido?. se sorpende Raquel

Algo habrá caído, supuso Pablo. Ayer llegamos tarde y al colocar las cosas tan rápido, ahora se habrá caído alguna cosa.

Lo he vuelto a oír, Iré a echar un vistazo.

Silvia fue a ver lo que pasaba, entró en las habitaciones y no vio nada extraño, luego al volverse para salir de su habitación, vio una sombra humana con unos ojos de gato y con una larga cola, pero no le dio importancia, pensando que era la sombra de un perchero que había en su habitación, del cual colgaba su chaqueta azul. Al salir, cuando se disponía a bajar las escaleras vio en el pasillo una puerta que nadie había visto, entonces le llamo la atención porque antes se suponía que era una pared, ¿cómo era eso? Entonces se acercó poco a poco, estuvo a punto de abrir la puerta cuando al intentar empujarla se dio cuenta que se habría con llave.

Entonces recordó un viejo truco que su abuela materna le contó. Antiguamente cuando el marido regresaba del trabajo y no encontraba nadie en casa, sabía que encontraría la llave debajo del felpudo.

Entonces Silvia no se lo pensó y se agachó a ver si había alguna, y así fue. Había una llave, pero no una llave normal como las demás, sino una llave en forma de gato, Silvia lo encontró muy gracioso. Además cuando lo miró a los ojos le hizo recordar la mirada persuasiva y sensual como la que tenía su amigo Johny. Pero ahora con más recelo se dispuso a abrirla. Cuando la llave entró, Silvia sintió como la mano se le agarraba muy, muy fuerte a la llave como si fuese una cosa, algo que la impulsase a ir hacía allí. Su cuerpo empezó a sudar, envuelta en una mezcla de miedo y también de atracción física hacia alguien. No sabía bien el qué.

Cuando la sensación paró, notó como la llave la empujaba hacía aquella habitación hasta caer al suelo. La puerta se había cerrado de un golpe. Se encontraba en una habitación oscura, pequeña, en la cual había una ventana abierta como si alguien hubiera intentado escapar. Al otro extremo de la habitación había tres cajas, que supuestamente eran las que se imaginaba que habían caído de una estantería.
Le llamaron la atención porque las tres cajas llevaban un papelito con una frase y al lado todas poseían la misma pegatina: La de un gato; igual que la forma de la llave. A Silvia se le ocurrió que la anciana que vivía aquí debía tener un gato y que dentro de las tres cajas había sus cosas.
Pero no fue así. Silvia estaba equivocada. Lo que había dentro no era precisamente eso.

Sigilosamente fue acercándose a las cajas para leer las frases . En la primera caja decía: “Poder de Seducción”; En la segunda: “Poder de Traicionar”; En la tercera: “Poder del gato”.
Eran tan curiosas y tan ingeniosas esas palabras que atrajo a Silvia la curiosidad de saber qué había dentro de ellas, así que abrió la primera caja de “Poder de Seducción”.
Cuando ya la tuvo casi abierta, de la caja empezó a subir una fuerte oleada de viento, una energía que empezó a crecer y a crecer... hasta que envolvió a Silvia de arriba abajo todo su cuerpo, dándole, ofreciéndole toda esa energía, ese poderío que empezó a crecer desde el fondo de la caja hasta subir, subir... y empezó a caer entrando por los orificios de la nariz de Silvia hasta rodearla por todo el cuerpo, pecho, brazos, piernas...

toda ella sumergida en esa energía que ahora poseía y que se desvaneció, perdiéndose en el cuerpo de ella, como un imán. ¿ Acaso todo el “Poder de Seducción” entraba en ella, sin más?.
Silvia era consciente de lo que le pasaba, pero no decía nada, no hacía nada. Se dejaba llevar por esa energía, era como si la desease desde el primer momento en que entró. Tenía los ojos cerrados, arrodillada, con los brazos extendidos... como si deseara más, más, más...

Cuando terminó, poco a poco Silvia abrió primero un ojo, después el otro, luego se levantó, abrió la puerta y poseída por ese “algo” fue caminando hasta salir de la habitación.

Desde la cocina se oían los gritos de sus padres y de Luis llamándola para que bajara.

¡Silvia, Silvia, quieres bajar de una vez!

¡Por fin apareces! ¿No nos oías? ¿Qué hacías tanto tiempo allí arriba?, ¿Has encontrado algo?, pregunta su madre, angustiada.

Sí...bueno...nada importante, me voy a acostar, me encuentro algo cansada.

¿Qué le pasa ahora?, se sorprende Raquel

¡Déjala, mujer, debe estar cansada.

No sé, no sé... la veo rara, se apresura a decir Raquel

Sí, supongo que tienes razón. Pero al menos podía haberse despedido con un “Buenas noches” o “hasta mañana”, eso no es propio de ella.

No tenía miedo, ni tampoco quería irse de allí, al revés quería quedarse, e incluso hacer grandes cosas y si fuera necesario volvería a entrar por si algún día dejara de tener, de sentir esta sensación de estar poseída por algo, alguien.
Se quitó la ropa, lentamente, no había prisa... luego seguidamente se puso su pijama, deshizo la cama y se acostó, cerró los ojos y se durmió, consciente de lo que le había pasado y que dentro de sí misma llevaba esa energía.

CAPÍTULO IV

Silvia, conocida como una chica tímida, siempre con el pelo recogido, con su carácter refinado como su madre y haciendo siempre lo que le mandaban, ya no estaba. Se despertó una Silvia más abierta, diferente. Lo primero que se dispuso ha hacer fue vestirse con una escotada blusa blanca transparente y una minifalda que apenas le llegaba a las rodillas, dejándose caer su melena rubia ondulada hasta los hombros. Rebuscó en su bolso un pintalabios de color rojo aún por estrenar que su prima le regaló. Salió todo decidida al salón y en vez de esperar la llamada de Johny como hubiera hecho, se adelantó. Y sin pensarlo marcó el número de teléfono como si ya lo supiera de memoria.

¿Diga?...

Hola soy Silvia. Podemos vernos en la plaza del otro día, ¿Si te va bien?

De acuerdo. ¿A qué hora quieres que nos veamos?

Ahora mismo salgo de casa, así que podemos vernos ahora, apresura a decir Silvia.

Estupendo... entonces voy para allá.

Y se marchó de casa sin merendar. Sus padres y su hermano quedaron boquiabiertos al ver el comportamiento de Silvia, su hija.

¿Te encuentras bien, hija mía?

“Nunca en la vida me he encontrado mejor.”contestó mientras se apresuraba a salir.

¿De verdad era realmente su hija?. ¿Tenía algo que ver lo sucedido anoche?. ¿Acaso el “Poder de Seducción” había empezado a desarrollarse en Silvia?.

Cuando se vieron se saludaron y quedaron para merendar. Johny ya había comenzado a notar algo extraño en Silvia, pero no le dio importancia, como si supiera algo de lo que le estaba pasando.
Pasaron la tarde, Silvia estaba intranquila, inquieta, deseaba estar a solas con Johny, entonces se lo propuso y Johny aceptó.

Le comentó que quería ir a un lugar fuera del pueblo, que estuviese aislado de todo. Johny le comentó que sabía de un lugar muy tranquilo, casi desierto que nadie conocía, excepto él. El lugar donde le condujo fue a una playa, tan desierta como él le dijo, donde se podían divisar montañas de dunas donde iban algunas gaviotas.
Una vez allí comenzaron a pasear por la orilla, hasta llegar a una cueva, una especie de escondrijo pequeño.

Johny le condujo hacía allí, cuando se sentaron en una de las rocas, Silvia miró fijamente el collar de Johny, como hipnotizada del cual colgaba una piedra verde en forma de ojo. Johny ya se había dado cuenta que le observaba, seguidamente sacó de su bolsillo un collar igualito al que el llevaba puesto.

Entonces con una voz más aguda le dijo a Silvia:

“Ten, es para ti. Cuando te lo pongas formaras parte de mí”.

Nunca me lo quitaré, quiero estar unida a ti durante toda mi vida.

Cuando Johny le puso el collar, le susurro al oído:

“¿Sabes que te ocurrió ayer? Era yo, fui yo el que te he conducido hasta aquí.”
Silvia se quedó boquiabierta.
Y mirándole a los ojos le dijo: “Tú eres mía, yo te he elegido. Yo soy el que te hace sentir así... y si quieres estar conmigo, si quieres empezar una vida mejor... ¡Bésame! y volverás a sentirme... como ayer noche...

Silvia le besó, y en ese instante, en ese minuto, en ese lugar el cielo se volvió oscuro y gris, y un rayo anunció que se preparaba una tormenta. ¡Una Tormenta!, ¡Cómo era posible una tormenta, si estábamos en pleno verano en el mes de junio, en una ciudad tan soleada que apenas llueve! ¿Era posible?. ¿Podía ser posible?.

Cuando dejó de besarle paró la tormenta. Johny y Silvia se vieron sometidos a una presión incontrolable. Ahí estaban, solos, en aquel lugar, su lugar, el cual tenían como secreto.
No podían separar sus cuerpos, era como si estuvieran unidos por un imán.

Como dos fieras empezaron a rodar, a rodar hacía la playa hasta ir a parar al agua. Saciados por devorarse mutuamente de pasión, sus cuerpos mojados parecían dos esculturas esculpidas en un baño de fuego, acariciándose, volviéndose a besar... llevándose por la fuerza, por su intensidad de seguir... y no parar. Hubo un punto en que el oleaje del mar, junto con las olas les arrastraron hasta conducirlos a la arena.
Ese día Silvia se entregó en alma y cuerpo a Johny. Le ofreció su cuerpo, para que hiciera de ella su alma gemela. El símbolo de los colgantes sería a partir de hoy la existencia de su amor.
Una vez allí, siguieron, no les importaba dónde ni cuándo... solo querían continuar, se volvieron a mirar a los ojos y comenzaron a desnudarse... lentamente... Johny empezó por quitarle la blusa que llevaba Silvia, y Silvia a la vez arañando su jersey. Descontrolados fueron más, más, más... siguiendo un orden incontrolable arañando, besándose, lamiendo, gritando de pasión, esa euforia que llevaban dentro hasta que sus pulmones no pudieron más.
Tumbados, mirándose... comprendieron que estaban destinados a estar juntos, para nunca, separarse. Su relación sería un secreto, como también lo era ese lugar. No se habían dado cuenta de la hora. Sus padres estarían preocupados, pero no importaba. Cuando tres minutos más tarde se encontraban durmiendo en la playa.

Hasta el día siguiente no se despertaron. Silvia tenía que volver, pero ¡su ropa estaba arrugada, medio mojada. Allí desnuda junto a él, dos almas envenenadas de una pasión... ¿Era amor lo que existía entre ellos?, o ¿Era algo que provenía más allá de su idea de amor?, ¿Tendría que ver Johny algo con las cajas?. Algo sí estaba claro, que la sensación que tenía con él era la misma sensación que tuvo la noche anterior, en el cuarto, pero no importaba porque a ella le gustaba, y si le gustaba no tendría miedo de pasar por delante del cuarto, si es que se le aparecía.
Por último se besaron y prometieron verse de nuevo. Ahora tenía que marcharse y regresar a casa, eran las diez de la mañana, y se preparaba para qué decirles a sus padres porque no había venido a dormir. No podía decirles, explicarles que salía con Johny y menos que había estado con él durante toda la noche haciendo no sé qué cuántas cosas....

CAPÍTULO V

Entró por la puerta de detrás que daba a una terraza, y por ella se accedía a la cocina para no despertar a sus padres, (eso, si estaban dormidos...) Cuando entró se quitó las sandalias y de puntillas cerró la puerta con mucho cuidado. Al entrar al salón cual no fue su sorpresa cuando vio sentados a sus padres en el sofá, esperándola, y Luis con ellos.
La primera en hablar fue su madre, quien le preguntó:

¿Dónde has estado, y qué has estado haciendo durante todo este tiempo?. ¡Se puede saber donde has dormido! Grito sulfurada, dijo su madre exando chispas.

Me he quedado a dormir a casa de una amiga... y se me olvidó llamarte...pasó el tiempo...

Su madre ya furiosa, sobresaltada saltó del sofá...

No sé quién te ha hecho así, porque tú no eras tan....

Estuvo a punto de darle una bofetada cuando su padre le dijo con tono severo:

¡Si vuelves ha repetir lo que has hecho... (sin creerse la mentira) Si te vuelves a ir, no te atrevas a volver a esta casa. ¡Además cómo te atreves a llevar semejante vestimenta!, le aclaro su padre.

Estaba advertida.

¿Volvería a irse, sabiendo que si se iba, su padre no le dejaría volver a casa?. ¿Dejaría de ver a Johny?, ¿Querría dejar de sentir, de experimentar aquella sensación que había sentido, y que la volvió a sentir cuando estaba con él?.

Se fue a su habitación, pensando en todas estas preguntas que no paraban de venirle a la mente.
Ahora que había encontrado el placer que sintió cuando la energía le entró en el cuerpo y al chico que le hacía sentir lo mismo, ¿No sería tan ingenua de perderlo?..

Abajo sus padres reflexionaban sobre que le había pasado a su hija, tan responsable, educada como era ella.

¡Ay, Pablo, qué le habrá pasado a nuestra hija... ! Nuestra Silvia, ella tan responsable, tan... educada... creo que esta casa la hecho cambiar, creo que lo que necesita es volver.

Pero, Raquel, ¡No digas barbaridades!. ¡Cómo puede una casa cambiar a una persona!. Lo que necesita nuestra hija es ser castigada, así aprenderá a comportarse.

No sé lo que será, pero, querido, yo estoy muy preocupada...

Cierto es que su hija había cambiado de ser tímida y responsable a ser extrovertida y rebelde. También es cierto que la caja que poseía el “Don de Seducción” se había apoderado de ella, y Johny que parecía que todo lo relacionado con el misterio de las cajas, también le incluía a él.
¿Eran suyas o pertenecían a él esas tres cajas?. El Poder de Seducción” que ahora tenía Silvia en sus venas, ¿quién se las transmitió?, la caja o el mismo Johny. ¿Acaso Johny y las cajas pertenecían a un solo ser, a una misma persona o alma?. ¿Quién era realmente Johny?...

Aquella noche Silvia no pudo telefonear a Johny, ni a Johny le dejaron hablar con ella cuando llamó.Viendo que no podría hablar con Johny, Silvia le pidió a su hermano que le llevará una carta a Johny que ella misma escribió.

Luis estaba a punto de salir cuando su padre le vio, Luis no supo que hacer ni decir, no podía defraudar a su hermana, pero tampoco quería que le castigasen, así que volvió a su hermana y le devolvió la carta. Silvia lo entendió, también era su hermano, su hermano pequeño.

Entonces Silvia se vio imposibilitada sin saber qué hacer, no podía hacer nada, salvo escaparse de nuevo, pero no podría tampoco volver... dudas, incógnitas, preocupaciones, qué podía, qué tenía que hacer. Estaba desorientada, como cuando no sabía que era lo que le producía aquel deseo.
Y ahora que lo ha encontrado, no lo quería dejar escapar, no quería que se esfumase como por arte de magia, así como vino se fuera.¡No!.

Quiso entrar de nuevo en el cuarto de las cajas, pero le paso por la imaginación que qué era mejor sentir el deseo que le proporcionaba entrar y que le daba la caja o el cuerpo sudoroso, ardiente y que podía tocar, besar... de Johny?.

Estuvo todo el fin de semana sin salir, metida en su cuarto pensando, bajo la autoridad de su padre y el ir y venir de su madre que tampoco le quitaba el ojo de encima. Luis era quien le hacía más agradable la compañía. Se pasó toda la tarde de un domingo soñoliento, jugando a cartas con su hermano, quien le ganaba frecuentemente. Pero era la única manera de pasar el día, y ahora más que nunca, que de cada día se volvía más inquietante al no poder ver a Johny.
Casualmente Luis le preguntó por el colgante:

Silvia, que bonito collar... ¿de dónde lo has sacado?, pregunta Luis

Mequetrefe... a ti que te importa!. Yo no me meto en tus cosas.

De acuerdo. Perdona. Dijo refunfuñando.

Pasaban las horas... y solo pensaba cuándo llegaría el lunes para verse con la persona que le devoró el alma, quien de ella hizo alguien especial.

CAPÍTULO VI

Por la noche los padres de Silvia no podían conciliar el sueño, debido al cambio de comportamiento y de la forma de vestir de su hija. Estuvieron hablando hasta largas horas de la noche, hasta que el sueño les invadió.

Pablo, cariño, ¿No crees que has sido demasiado duro con ella?. Sé que no ha estado bien lo que ha hecho, pero...

¿Duro?, ¡Me dices que he sido duro!. Eduqué a Silvia de la mejor manera que supe, ahora si ella quiere elegir un destino que la conduzca al fracaso... adelante.

Pablo no te sulfures que te va a dar algo...

Sólo diré otra cosa, que no seré yo quien vaya detrás de ella si algún día tiene algún problema.
Buenas noches cariño.

Buenas noches Pablo, descansa que lo necesitas.

Era una noche calurosa, así que Silvia se levantó y abrió la ventana, divisó desde lejos pequeñas casitas de diversos colores que se amontonaban unas con otras. Se preguntó que en una de ellas debía vivir su compañero y amado Johny. Así que durante unos instantes, mirando a lo lejos, sin saber bien qué, comenzó a repetir una y otra vez su nombre: “Johny... Johny... Johny... dame una señal”. Dicho esto su colgante empezó a brillar, a iluminarse, Silvia se dio cuenta, seguidamente noto una oleada de viento que le dio en la cara y en su pelo, sabia que él la llamaba.

Se metió en la cama, cerrando los ojos diciendo:

Devórame otra vez... como tú lo sabes hacer.
Extendió los brazos, dejándolos reposar, mientras se imaginaba que él estaba allí, cerca, muy cerca, acariciándola, besándola de nuevo. Poco a poco iba recordándole, poco a poco se iba durmiendo.

Sonó el despertador y Silvia medio dormida se iba despertando... cuando se vió la camiseta del pijama desabrochada. Recordó que se fue a dormir pensando en él, pero nada más. Eso no fue todo, al mirarse se vio un arañazo en el pecho. No recordaba tenerlo, ni habérselo hecho.
Volvió a mirarse el colgante, fue entonces cuando se sentía más unida a él. Fue a contemplar hacía la ventana y un sol radiante la iluminó y entonces se vio con ánimos, sabía que hoy volvería a verle.

Su madre fue a despertarla, pero ya la encontró arreglada y dispuesta a salir. Entonces su madre se sentó en el borde de su cama, observándola mientras Silvia acababa de pintarse los labios... cuando su madre le interrogó:

“Hija mía, no quiero entrometerme en tus cosas, pero, ¿Te encuentras bien?, le pregutno Raquel

¿de qué hablas?, le espeto Silvia.

¿Por qué has cambiado tanto...?. Hija si tienes algún problema, si te has metido en algún lío, cuéntamelo...

No tengo ningún problema, el problema lo tienes tú por preocuparte, le aclaró Silvia.

Entonces salió rápidamente de su habitación y se dispuso a encontrar a los amigos de Johny. Tenía que verle.
Raquel se puso triste, no podía ir atosigando a su esposo en el trabajo, tampoco quería preocupar a Luis con sus problemas, aún era un crío... Tenía que hablar con alguien, así que salió y fue a visitar a Pepita.

Pepita y Raquel estuvieron hablando durante un buen rato...Pepita intentó consolarla, y Raquel se encontró mucho mejor después de los consejos que le dio.

Cuando se encuentre en algún aprieto, tranquila que estoy segura que vendrá a tu encuentro, le tranquilizó la vecina Pepita.

Gracias por tus consejos, ahora ya estoy algo más tranquila.

Cuando se fue, Pepita hizo un gesto de preocupación, y no por el estado en que se encontraba Raquel, sino que veía algo raro... tenia sospecha sobre algo que había sucedido otras veces, precisamente en esa casa, en ese lugar. Sabía algo, lo sabía, pero no quería comentar nada, quería asegurarse de que si era verdad que la historia del hombre gato volvía a repetirse.
Al único que se lo comentó fue a su marido, y Juan opino igual, no decir nada, de momento... esperarían haber que pasaba...
¿La historia que dicen haber vivido los vecinos hace muchos años, se volvería a repetir, ahora, con ellos.?. Las cajas, ¿eran una debilidad o un problema?. ¿Johny era el hombre gato del que creía Pepita?.

Mientras, Silvia encontró a unos de sus amigos, pero no sabían dónde estaba Johny. Entonces, se fue directamente a la playa. Allí seguramente le encontraría. Se quitó las sandalias y empezó a caminar por la mojada arena, al fondo se divisaba una silueta, empezó a caminar más rápido, le llamó a gritos y la silueta del chico la vio y ella empezó a correr, a correr hasta llegar a él y de un salto se agarró al cuello de Johny.
Del rostro de Silvia brotaron lágrimas y risas; lágrimas de añoranza y risas de alegría. Entonces Johny no quiso, no permitió que su alma gemela se fuera de nuevo, así que le pidió si quería irse a vivir con él.

Oh, Jonny! ¡Te he añorado tanto... tanto!. Estos días se me han hecho eternos sin ti.

Silvia, no me gustaría volverte a perder. Me gustaría estar a tu lado siempre, siempre...

¡Ojalá pudiera!. No sabes cuantas noches me he pasado pensando en ti, no lo sabes bien.

Silvia, ¿qué te parecería si vinieras a vivir conmigo?...Nadie sabe dónde vivo.


Me encantaría, cuánto antes mejor... pero antes tendría que pasarme por casa a recoger mis cosas.

No importa. ¡Déjalo todo, todo...!. No necesitamos a nadie. Solos, tu y yo, y nadie más.

Oh¡ cuánto te quiero...

Entonces se vio en un aprieto, pero se lo pensó y decidió irse con él dándole igual lo que pensarán sus padres al respecto.

Silvia no regresó a su casa para buscar sus cosas, sino que se fue seguida de Johny. Fueron a una casita donde vivía él. Johny vivía solo, en una casita, aunque era pequeña muy acogedora. Johny le comentó que sus padres murieron en un accidente, aunque no le especificó mucho sobre su pasado. Los dos cogidos de la mano se abrazaron y se juraron que siempre estarían juntos, que nadie ni sus padres la encontrarían.

Llego la hora de comer y sus padres empezaban más que a preocuparse a enfadarse.
Pasaron las horas... los días y nada. Su madre deshecha sólo iba a consolarse con la vecina, quien esperaba de un momento a otro algo grande que iba a ocurrir. Pablo comenzó a centrarse más en el trabajo e incluso a veces no venía a comer ni a cenar. Raquel de cada vez estaba más sola, su hija se había ido y ahora su marido apenas rondaba por la casa.

Hablando con Pepita, Raquel le comento que habitualmente su hija hablaba con un tal Jonny. Repentinamente los vecinos quedaron paralizados con una cara de sorpresa y a la vez de miedo, y se fueron corriendo hacía sus casas cerrando todas las ventanas, así que Pepita sin saber como reaccionar, le dijo a Raquel que entrara en su casa: tenia que contarle una cosa. Había llegado la hora de que supiera la verdad.

Le preparó una taza de tila. Y comenzó a narrarle la verdadera historia que le ocurrió a la familia que hace ochenta años vivió en esta casa:
Era un matrimonio feliz, pero el único problema era que le encantaban los niños, pero su mujer, Bárbara no podía tenerlos, era estéril. Por eso decidieron entre los dos adoptar a un niño.

Hicieron largos viajes, hasta irse a la India donde adoptaron como hijo a Jonny. Lo acogieron cuando sólo tenía 14 meses. En definitiva, Raquel, le voy a contar algo que puede sonar a locura, pero que ocurrió.
Johny, en realidad, no es más ni menos que el hombre gato. De día es un chico normal, pero de noche el alma de gato le corroe todo su cuerpo hasta convertirle en mitad hombre y mitad gato.
El gato es un ser muy peligroso, de ideas fijas por eso cuando le gusta algo lo quiere para él y seguramente es lo que ha hecho con tu hija. Pero tu hija esta dominada por él y su encanto y por ello no se da cuenta. Las cajas están escondidas, pero tu hija ha abierto una y debido a ello Silvia se ha convertido en la esclava y seductora del deseo exclusivamente para él. Entregada sin más, en cuerpo y alma a él.

Este matrimonio adoptó a Jonny con la esperanza de encontrar la felicidad que durante años estaban esperando. Lo acogieron y cuidaron como si fuera su propio hijo. En las primeras semanas la mujer, llamada Bárbara se sentía feliz, llena de alegría y Felipe, su esposo estaba muy bien y se sentía feliz porque sabía que su mujer también lo era.
Pasado un mes de su llegada a su nuevo hogar, en una mañana de otoño cuando las hojas caían en abundancia llamaron a la puerta. Bárbara se dispuso a abrir apresuradamente pensando que era el cartero por si le llevaba noticias de su hermano, quien vivía lejos y gracias a las cartas permanecían en contacto.
Pero no. No era el cartero. Pero cual fue su sorpresa al encontrar en el portal una caja de cartón que en su interior se hallaba un gatito.
Llamó a Felipe a gritos:

¡Felipe, ven, corre!. Mira lo que he encontrado, le sorprende Barbara.

¿Quién es?...¡un gato!. ¿De dónde ha salido?, pregunta Felipe

No lo sé. Alguien lo ha dejado aquí,... pero¡ mira que ricura... a que es una monada!
Me pregunto quién lo habrá dejado...contesta Barbara.

Al entrar, el minino saltó de la caja hasta acercarse donde estaba Johny. Johny lo miró y remiró atentamente, y cuando estuvo a punto de acariciarlo... Felipe cogió al chico en brazos. Entonces se puso a llorar con fuerza, hasta que Bárbara le dejó tocar, pero solo un poco, al gatito.

Bárbara se disponía a tirar la caja, cuando se dio cuenta que en el interior había una carta. La carta iba dirigida a Johny y el matasellos provenía de la India. El matrimonio se cogió de la mano y sentados junto a Johny en el sofá comenzaron a leer su contenido:

Querido Jonny,

“Soy tu tía Dalia, hermana de tu padre y como deber mío te entrego a “Topal”. Sé que aún eres un niño y que pronto vas a cumplir un año. En esta carta te escribo lo que es, era tu pasado; tu familia.
Provienes de un pueblo de la India, seguramente cuando seas más mayor te preguntaras quién eres y quienes fueron tus antepasados antes de que te adoptaran la familia que ahora esta contigo.
Tus verdaderos padres son Haquira y Hejó. Tu madre era una hermosa mujer, morena con los ojos grandes y tu padre era un hombre fuerte, alto...eran felices, más sabiendo que pronto ibas a nacer.
Tu padre por circunstancias de la vida murió apenas pocos días de tu nacimiento. Como te he dicho tu padre era un hombre fuerte, pero en esta ocasión no lo fue lo suficiente con el oso que quería cazar y entregar a tu madre en compensación a tu llegada al mundo.

Cuando tu madre recibió la noticia se derrumbó. Rompió a llorar durante días amargamente. Se vino abajo, no podía más. Apenas te mantenía. Y así permaneció en la cama hasta que por desgracia también le llamó la muerte. O mejor dicho, tu padre.
El motivo por el que te entrego a Topal es por la siguiente causa.
Yo ya tenía una hija, Miriah, tu prima. Más o menos de tu edad. Así que no pude acogerte como hijo mío.
Te explico, nuestra religión sólo permitía tener un hijo en la familia. Luché por tenerte, de eso no me cabe duda... pero no fue posible.

Topal no es un simple gato. En nuestro pueblo, cuando se concibe a un hijo, también se concibe a un animal, en tu caso Topal. Topal no es más ni menos que tu hermano gemelo. Lo que le pase a él, te pasará a ti.
Te pido por favor que cuides de él, como él te cuidará a ti.

Seguramente tus padres adoptivos estarán leyendo estas líneas, pero quiero que te entreguen esta carta cuando seas lo suficiente mayor para entenderlo”.

PD: Con Topal a tu lado, es como si tu familia lo estuviera.

Tu Tía.

Felipe, ¡has leído lo que yo he leído!, exclama Barbara

Si, cariño... puede ser increíble, pero en mi opinión lo que debemos hacer es educarlo como un hijo, compartiendo nuestra religión... y si el día de mañana quiere investigar, saber sobre su pasado, se lo diremos.

Oh, cariño!. Tienes razón, no nos tenemos que preocupar, dice dubitativa Barbara.

Pasaron los años... y Johny estaba a punto de cumplir los veinte años de edad y durante estos años nunca preguntó acerca de sus padres verdaderos. Supo de sus padres cuando fue mayor de edad y Felipe le entregó la carta, pero Johny la miro y no dijo nada.
Llegó el día de su cumpleaños y decidió irse a la playa. Johny fue un niño con pocos amigos, más bien solitario, pero siempre junto a Topal, del que nunca se separaba.

Sus padres decidieron acompañarle y festejar su cumpleaños en la playa, junto con algunos vecinos que le vieron crecer desde que era pequeño.
Mientras Johny se fue a pasear por la orilla, Bárbara y Felipe quedaron con los vecinos:

¡Pero qué mayor se ha vuelto!, dijo una amiga de Bárbara

Sí. Es muy bueno, lo malo es que sea tan solitario, apenas nos cuenta las cosas.

¡Déjalo, mujer!.Aunque a decir verdad... yo a su edad ya empezaban a gustarme las chicas...

No lo sé... pero últimamente le veo muy callado, creo que añora su familia, su verdadera familia, comenta Barbara.

Pero al fin y al cabo vosotros habéis sido para él su familia, dijo su amiga.
Y siguieron hablando.

Jonny llegó al final de la orilla y se sentía solo, no encontraba a Topal. Empezó a buscarlo por la playa, pero no lo encontraba. De repente todo el mundo quedó paralizado al oír el grito, seguido de un llanto aterrador que hizo Johny al ver que Topal caía de un acantilado.
No pudo salvarle. Murió.
Al regresar a casa el día comenzó a nublarse y por la noche comenzaron a oírse truenos y relámpagos, se anunciaba una larga noche... o mejor dicho, empezaba la pesadilla.
Johny en su interior oyó un maullido y guiado por la nada, se vio conducido hacía la habitación donde Bárbara y Felipe dormían.
Abrió la puerta sin más, entonces sus ojos marrones empezaron a volverse de un verde intenso, como los ojos de Topal. Lentamente Johny empezó a convertirse en Topal. Saltó sobre la cama acechando al matrimonio, arañando con rabia.

La noche cesó y una luna llena brillante apareció y desde ese instante el alma de Topal se unió con la de Johny. Ahora formaban una sola alma.
Felipe murió y Bárbara sobrevivió llevándola a la locura y a una ceguera irreversible que le duró hasta su muerte.

Desde entonces Jonny ronda por el mundo, en busca de su presa. Y nadie puede, ni ve la forma de detenerle.

¿Si no hubiera muerto Topal, hubiera ocurrido este hecho tan espeluznante?, Si Johny nunca hubiera sabido de su pasado, ¿habría sucedido lo mismo?. Pero lo más extraordinario de esto, es que ahora, en la actualidad Johny tiene la misma edad que hace ochenta años... ¿Cómo era eso?.
Acaso, ¿se paró en el tiempo?, ¿Volvió al unirse con Topal aquel día de diciembre, para convertirse en un ser inmortal?
Pepita tuvo que prepararle otra taza de tila.

¡Pepita, qué puedo hacer!. Tiene a mi hija y... rompió a llorar de nuevo.

Raquel, Johny vivió en la casa donde ahora estáis viviendo, por eso su presa ha sido tu hija.

¿Por qué, porqué...sollozaba Raquel.
¿Y las cajas?. ¿De dónde salían?, de quién eran?, porqué estaban en la casa?, quién las trajó?.

En realidad las tres caja son ni más ni menos que la existencia de Jonny; su vida.
La primera caja fue el amor de Haquira y Hejó al concebir a Johny. Su amor era tan fuerte, tan poderoso... tan pasional que Johny heredó de su madre la seducción con que enamoró a su padre, Hejó.
De la segunda caja se extrae la traición con que Felipe engañaba a Bárbara cuando salía a cenar por motivos de trabajo, cuando en realidad iba a cenar con su amante o amantes que tenía.
Y la tercera caja es la unión de Jonny con Topal, o viceversa.

CAPÍTULO VII

Fueron pasando los días, las semanas hasta pasar los seis meses desde lo que le contó Pepita. Silvia y Jonny seguían juntos y de ellos no se volvió a saber nada. Raquel sabía perfectamente que había perdido a su hija, y que ahora también estaría a punto de perder a su esposo, si no se daba prisa por encontrar antes el dichoso cuarto.

Pero era demasiado tarde, Pablo, hacía unos meses había conocido en su trabajo una mujer con grandes expectativas, hermosa, atractiva...y fue precisamente esa noche cuando regresó tarde a casa, y al subir las escaleras se le apareció la puerta que conducía a las cajas.
Entró sin más miramientos y vio la segunda caja, la de “Poder de Traicionar”. Le entraron unas ganas de abrirla, por el deseo de saber qué había, cuando la abrió, le ocurrió lo mismo que a Silvia, pero en vez de sentirse seducido por algo, sintió ganas de traicionar, e irse con Julia, su amada.

Y así lo hizo, se despidió de su mujer que estaba dormida, le besó en la frente susurrándole: “Me marcho... sigue sin mí”.
El poder de Johny o mejor dicho del hombre gato ¿se había apoderado también de su padre, así como lo hizo con su hija?.
Johny consiguió de Silvia su cuerpo y su alma, su amor a estar con él, se apoderó de ella y de sus atributos de mujer. Y de su padre consiguió que destrozará por completo a una familia.
Y ahora, ¿quién de los que quedaban abriría la tercera caja, Raquel o Luis?.

Raquel no se separaba ningún momento de Luis, no quería que le pasará algo, estaba asustada, quería irse, pero ¿cómo?.

Silvia y Johny seguían... pero se acercaba la Navidad, y en estas fechas fue cuando Silvia se añoraba de su familia, ¿si es que quedaba algo ya de ella?. Por la noche se celebraba la Noche Vieja.
Había pasado con Jonny toda la Navidad y sin ver a sus padres. Entonces fue cuando Silvia le comentó si por la noche podía ir a visitar a su familia.

Johny...puedo pedirte un favor, dijo con voz tenue, Silvia.

Dime, te escucho.

Estamos en Navidad y se acerca la Nochevieja, me gustaría ir a visitar a mi familia y a mi hermano. Sólo iría a visitarlos y ya está.

No creo que sea una buena idea. Tu padre te dijo que no volvieses más si te ibas... Además hoy es una noche especial, y no porque sea Noche Vieja...Tengo preparada una sorpresa.

Una sorpresa!.Si tienes razón puede que no me quisieran...y cual es esa sorpresa?, dijo mas animada Silvia.

Si te lo dijera ya no sería una sorpresa, dijo sonriendo.

Estaban los dos tirados en la playa junto a un mar que hacía destellos debido al reflejo del sol. Hubo un silencio. Sólo se oía el rugir de las olas del mar al romper en las rocas. Johny le comentó que esta noche era una noche especial, que si se iba no podría experimentar lo que tenía preparado. Era una sorpresa.

Mientras en el otro lado del pueblo, Julia esperaba a Pablo en su casa preparando una cena espectacular para su amante. Unas velas románticas, que hacían la casa más acogedora.
Al poco rato, llegó Pablo con un enorme y precioso ramo de flores.

Oh, Julia, he encontrado en ti a la mujer que siempre deseé. Una mujer que posee las cualidades que exclusivamente tienes tú.

Pablo, mi amor, mi compañero, mi amante. Sabes que nunca me enamoraría con tanta pasión, como siento hacia ti, le dijo a su vez Julia.

Julia le dijo que volvía en un momento. Al cabo de un rato salió del cuarto de baño con una bata chinesca. Llamó a Pablo con un tono seductor y sensual, haciéndole una señal con el dedo, atrayéndole hacía ella.
Estaban a punto de dar las campanadas cuando estalló entre ellos una apacible y sensual terapia de sexo. Empezando por un cálido masaje, seguidamente de una tórrida y agotadora sesión de lo que ellos denominaban placer, un amor carnal apasionado, y acabando dándose una ducha fría y finalizando en la cama celebrando el Nuevo Año.

En el otro extremo del pueblo, en la playa de los dos amados, estaba Johny pensativo pensando seguramente en el plan que tenía previsto, mientras Silvia cogía conchas marinas para adornar su pelo.
Mientras en la casa, a solas estaba su madre con Luis, agotada, deshecha y sin fuerzas para seguir adelante, sabía que tenía a Luis, pero aún era muy joven para resolver tantos problemas que le acarreaban.

Luis hacía todo lo posible por estar a su lado, consolarla, y sobre todo ayudarla a pasar y sobrevivir por semejante trance tanto psicológico como sentimental.

Como no tenían uvas Silvia y Jonny lo celebrarían primero comiendo pescado que es lo que solían hacer en su tiempo libre. Así que lo prepararon para cuando llegara la hora. ¿Qué plan tenía pensado Johny?. ¿Estaría dispuesta Silvia ha someterse a cualquier prueba, con tal de seguir unida a él?. ¿Qué pasaría?.

CAPÍTULO IX

La noche se hacía más oscura, apenas se podía vislumbrar el resplandor de las estrellas, aunque por detrás de una gran montaña se podía divisar una luna llena muy hermosa que a menudo Johny miraba, como quien espera algo.

Dieron las dos de la madrugada, cuando de repente Jonny le propuso que podrían subir a aquella montaña, Silvia alzó la cabeza y se quedó mirándola, hipnotizada por aquella inmensa montaña atraída por el reflejo de su luna y su resplandor.
Silvia aceptó encantada, supuso que en lo alto de aquella cima tendría que verse el mundo tan pequeño... y ellos dos allí tan arriba...

¿Era allí donde Johny tenía planeado hacer su plan?. ¿Qué sorpresa le estaba aguardando?.

Fueron caminando, guiados por la noche, aquella noche que pretendía ser tan especial... Después de un largo caminar, se pararon para descansar.
Aquella noche los dos se sentían especiales, se querían, pero, ¿se querían de la misma forma, se amaban de la misma manera?.

Estaban a punto de llegar... cuando tenían que subir por una gran escalera, que Silvia no alcanzaba, así que Johny la agarró de la cintura ayudándola a subir. Cuando sus miradas se cruzaron, en ese momento Johny le dijo:
“Esta noche será muy especial. Formarás parte de mi ser, más aún de lo que lo has sido durante este año”.
Invadida por esas palabras, Silvia se dejo besar apasionadamente.

Por fin llegaron. Habían subido hasta la cima. Se encontraron en una explanada en la cual había en el centro una hoguera, alguien la había dejado encendida. ¿Una hoguera encendida, como si alguien la hubiera encendido por arte de magia?. ¿Cómo podía ser, si era el único lugar desierto, que sólo ellos dos conocían?. ¿Había alguien más que lo conocía?.

Una vez allí, Silvia vio un banco de madera y se sentó a descansar, a su derecha había una cueva muy profunda. Él se quedó de pie mirando el paisaje, luego se volvió y miro a Silvia.

Me gusta este lugar.

Sabía que te gustaría, le contestó Johny.

¿Cómo?. ¿Acaso había estado él alguna vez?.

Miró al cielo y vio que las nubes se acercaban como si viniese mal tiempo. Repentinamente de la cueva salió un águila perseguida por un gato. Cuando el águila huyó el gato se quedó merodeando por donde estaban ellos.

Gatito, gatito, ven pequeño...le llamó Silvia.

¡No lo toques!...por si tiene la rabia... contestó sobresaltado,

Luego hubo un silencio. ¿Por qué Jonny se puso tan nervioso, sabiendo que en estos tiempos ya no existe la rabia?. Silvia se preguntaba que era lo que tenía planeado, entonces Johny se sentó junto a ella, la contemplo y cogiéndole de la mano la llevó junto a la hoguera.

Silvia se dejó llevar por la noche y por él. Poco a poco sin decir nada fue desnudándola, lentamente. Una vez desnuda le dijo que se arrodillara junto a la hoguera, extendiera los brazos y cerrará los ojos exactamente como lo hizo aquel día en el cuarto.

Luego él entró en la cueva, al salir salió desnudo con una cuerda en la mano y un botijo lleno de agua. Rozó con las yemas de los dedos el cabello de Silvia, entonces fue cuando le vio el arañazo en el pecho y le dijo:

“Yo te lo hice, yo fui el que vino por la noche a tu habitación”, le contestó Johny.

Me lo imaginé. Sentí la misma fuerza y el mismo deseo, le dijo cariñosamente Silvia.

Primero comenzó por atarle las manos a una piedra, luego le retirando su cabello dulcemente. A continuación lee echo una especie de barro color azul por todo el cuerpo...

Silvia sorprendida se asustó un poco sin saber lo que pretendía, sin embargo se lo tomó a risas. Entonces comenzó a besarla, a lamerle por todo el cuerpo donde había derramado en ella el barro. Seguidamente cogió el botijo y le echo el agua encima. El gato que salió de la cueva merodeaba alrededor.

Acercó el banco y lo puso alrededor de la hoguera, entonces a Silvia le puso tumbada en el banco en medio del fuego con las manos atadas alrededor de su nuca. Su cuerpo comenzó a sentir calor, mucho calor, seguidamente del botijo le tiro un poco de agua, pero sentía calor.

Ya no reía, sino más bien estaba sería y muy excitada a la vez.

La sensación de alternancia entre el calor que le producía el fuego y el agua fría, producía una excitación mayor.

¿Qué pretendía hacerle con eso?. ¿Quería excitarla... o quería que se produjese algo más esa noche?.

Apagó el fuego y le derramó todo el agua que quedaba en el botijo, entonces poco a poco volvió a encender la hoguera, pero ahora ya no le quedaba agua.... Sentía un calor suave, muy suave, poco a poco el fuego iba creciendo, y haciéndose más grande...
Hubo un momento en que Silvia no pudo soportarlo más y enfadada obligo a Johny que apagará la hoguera.

¡Suéltame!. ¡Qué pretendías!, se sobresalto Silvia

Lo único que quería era hacerte mía. Pero lo has estropeado...

Me gustaba cuando me dabas calor y luego me echabas el agua por todo el cuerpo... así no me quemaba, pero... no enciendas la hoguera si sabes que no hay más agua.

Es así como hay que hacerlo, sino no podrás ser mi alma gemela, mi otra parte.

Entonces Johny le dijo que tenía que hacerlo, sino no formaría parte de él. Una vez la había desatado, Silvia echó a correr hasta entrar en la cueva, él la siguió.
Una vez dentro, seguido de él y el gato, Silvia se dio cuenta que no tenía salida. Fue allí, cuando Johny le explicó que si no le prendía fuego no tendría otra opción que arrojarla al vacío para luego reencarnarse y volverse gata, como el se volvía gato en las noches de luna llena, donde la pasión es tan pura y dura como el fuego en las entrañas.

¿Qué dices...qué cosas dices?. Cuando me enamoré fue de un chico que me gustaba, pero nunca pensé que fueras un salvaje... y lo que me cuentas... es que es imposible creerte..

Pues es la verdad, Silvia. Yo te amo y por eso quiero transformarte, pero esta es la única manera de que seas verdaderamente mía.

Silvia quería irse, encontró una piedra y se la tiró a Johny, y así pudo escapar, se fue corriendo hasta estar fuera de su alcance.
Silvia le gritó que quería amarle, pero no de esa manera, así que cogió su ropa y se fue corriendo colina abajo hasta llegar a la playa, donde una vez allí se vistió. Desde lo alto, Johny la observaba con una mirada furtiva cada movimiento que hacía, y cual no fue su sorpresa cuando Silvia vio que Johny se convertía en gato, y desde lo alto de la colina, bajaba corriendo hacía ella.
Silvia se fue corriendo hasta salir de la playa y fue allí donde pudo escapar.

CAPÍTULO X

Llegaba a casa, invadida por un terror inmenso, llamo a golpes a la puerta. Le abrió su madre quien le preguntó que pasaba. Llorando se fue a su habitación cerrando todas las ventanas y puertas.
Entonces Luis fue a verla, pero un maullido le paró. Provenía del cuarto de las cajas, donde fue acercándose de puntillas a ver qué era. Recordaba no haber visto ningún minino por la casa, así que se extrañó.

Al abrir vio la tercera caja la de ”Poder del Gato”. Le llamo la atención, pensando que había un minino dentro... la abrió, cual no fue su sorpresa al ver que saltaba encima de él el hombre gato; Johny.
¿Cómo había llegado hasta allí?.

¡Socorro!, ¡Socorro!., exclamaba Luis

¡Oh!, No. Vete maldito, Jonny, gato o lo que seas.

¡Miauuuuuuuu!........

Entonces intentó arañarle, el pobre Luis, ¡solo contra ese demonio!. Raquel escuchó los gritos. Fue Silvia quien entró primero y al ver lo que pasaba intentó espantarle con una escoba, pero no lo consiguió. Johny, el hombre gato le dijo: “Fuiste mía un tiempo, no lo puedes negar”, le dijo amenazándola.

Entonces fue cuando su madre lo vio todo y asustada observó el colgante de Silvia y lo primero que se le ocurrió fue arrancarle el colgante. Entonces apareció una luz que invadió toda la habitación. ¿qué había pasado?.

¡Hijos míos!...Silvia el colgante, el colgante que llevas...

¿Qué dices?...¡No te oigo!, preguntó Silvia

¡Mamá!, quítale el colgante, chilló Luis
¡Qué es eso, qué es esa luz!. Tengo miedo mamá...

Hubo un silencio. Al quitarle el colgante el hombre gato se desvaneció, desapareció, y en medio de la habitación quedaron los dos colgantes. Luego a un lado del suelo estaba Silvia y al otro extremo su padre, que había aparecido en la habitación, como por arte de magia. Inconscientes.

Cuando se despertaron Silvia volvió en sí, volvió la Silvia tímida, la Silvia de antes, la buena chica que todos conocían. Luego su padre también despertó algo confundido, no sabía muy bien lo que había pasado, pero lo que sí sabía era que la única mujer que amaba era su mujer, Raquel.

Al día siguiente salieron de ese lugar, de esa casa, pero antes de irse Silvia tiró los dos colgantes al mar, con la intención de que se enterraran bajo la arena y no volvieran a la superficie. Volvieron a Los Ángeles.

Pero no todo ha acabado.....

Ahora Silvia tendrá que ir a un psicólogo para volver a ser la misma de antes y recuperar la confianza en sí misma. Un ser le destrozó, le entregó su cuerpo, su alma, se entregó a sí misma. Se entregó a la persona equivocada. Ahora debería recuperarse. Y volver a entender que el amor es bello, lo único que con la persona adecuada. Y el día que la encuentre, será el día en que se recuperará del todo.

Su padre cambió de trabajo, por uno más cómodo, en el cual no tendría que salir de su ciudad natal, y podría estar más en su casa.
Raquel, tendría que tomar pastillas para sus pesadillas y se esforzaría para apoyar a sus dos hijos, especialmente a su hija. Y Luis que ahora cada vez que pasa por delante de un gato echa a correr.

¿Qué pasó con el hombre gato?.¿ Se esfumo o desapareció entre las sombras?.¿Acaso los colgantes tenían algo que ver con su existencia? ¿Volvería a aparecer alguna vez dentro de algunos años en la casa donde vivirán quién sabe quién...?. No lo sé...